MI QUERIDA PROFE
Hace pocos años cuando solía pasearme por los fríos salones
de lo que fue mi segundo hogar durante mi infancia y adolescencia. Aún recuerdo
aquel día cuando anotaba, con la poca atención que mis facultades me permitían,
aquella tarea que la profe de trigonometría pensó dejarnos. Luego de que mi
mente viajara a todos esos lugares distintos a los que la profe tuviera en
mente proponernos, traté de comprender lo que la profe pretendía al ponernos
dicha tarea, sin comprender nada, me abalance sobre ella antes de que partiera
a sus quehaceres de profe.
--profe; me explica por favor que hay que hacer—dije-.
--hubieras entendido si estuvieras poniendo atención a la
clase—contestó.
-no te voy a repetir si no pusiste atención-; después rogar
una explicación dijo; -eso se hace con seno-. Lo cual me pareció una explicación
insuficiente para mis pretensiones.
Luego de invertir tiempo pensando y gastando hojas
escribiendo la solución desde mi habitación, dándole vueltas a todas las
razones trigonométricas que aquel texto tenía entre sus páginas, resolví esta
tarea con mucho esfuerzo, y contento con aquel logro llegue la clase siguiente
con mi tesis de trigonometría. Me acerque al “lambon” de la clase, aquel niño “nerd”
que no hace sino estar pendiente de que necesita el profesor para ser tenido en
cuenta, le pregunté orgulloso, ¿Cómo hiciste tu tarea?, y con solo ver las
pocas líneas de solución que el tenia sentí que mi esfuerzo fue demasiado para
lo que el ejercicio proponía.
Indignado le hice reclamo a la profe, ¿cómo es
posible que me haya dicho que la solución es por seno cuando por coseno sale en
una línea?, me esforcé pensando la manera de solucionar esto… luego de un silencio que no duró más de cinco
o seis segundos, me contestó la profe un una sonrisa y sin pronunciar una
palabra me hizo un gesto para que volviera a mi pupitre. Al cabo de unos días en
una izada de bandera de reconocimiento a los estudiantes sobresalientes en matemáticas
me sorprendí al escuchar mi nombre para que colocasen la única bandera que me otorgarían sobre mi
pecho, al finalizar el acto y al volver a la fila de formación miré a mi profe
y sonriendo nuevamente me dijo: “aquí está tu esfuerzo recompensado”.
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